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“Sin más, entré. La acción siempre gratificaba, en la novela tanto como en la vida real (o más). El candado habría sido un impedimento pero no bastó para frenar mi impulso. La puerta de chapa gimió con la ronca carraspera del óxido, la madera podrida del escalón de acceso crujió.”
“…supe que ya estaba lejos de la casa cuando dejé de oír el ruido que hacía Benita, nuestra fiel ama de llaves, lavando la vajilla del desayuno. Se hizo el silencio, que no era silencio. Zumbidos, aleteos, trinos, roces de hojas, y el toc-toc permanente de lo que caía.”